28 Ago Cierra el pasado y avanza
Muchas personas viven atadas a recuerdos del pasado, momentos dolorosos de sus vidas y esto les impide avanzar. Mientras que aferrarse a pensamientos pasados impide enfocar la mirada hacia adelante.
¿Acaso se puede volver hacia atrás?
Resulta más saludable vivir el presente que ahondar en lo pasado y focalizarse en las experiencias vividas como resultados de grandes aprendizajes. El presente es el único momento que existe para actuar, para construir y para amar.
En muchas ocasiones se presenta una conexión entre el pasado y el perdón.
Para fijar estas ideas expertos como el Dr. José Luis Lillo Espinosa, médico-psiquiatra, psicoanalista y miembro de la Sociedad Española de Psicoanálisis, sostiene que el perdón, en la medida que supone la superación del resentimiento, consolida el sentido de la dignidad y libera las ataduras con el pasado.
El perdón mejora el bienestar.
Las investigaciones realizadas por la Universidad del Instituto de Michigan para la Investigación Social informaron que “Las personas que perdonan tienden a experimentar sentimientos reducidos de inquietud, nerviosismo y falta de esperanza.”
Esto me lleva a reflexionar que nuestro estado mental influye en el propio bienestar y sentirse en paz con nosotros mismos es parte de ese proceso de comprensión y de perdón.
Existen diferentes puntos de vista, gustos, afectos u opiniones humanas que se presentan en el trabajo, en las instituciones, en las iglesias y a veces las discrepancias llevan a uno a sentirse ofendido. En todos los casos y en la iglesia lo más relevante es que su progreso está sujeto a las cualidades espirituales que expresan sus miembros y reconocer que el corazón de ella es el amor.
Jesús ponía en práctica lo que enseñaba y así extendió la ley del perdón a todos los hombres frente a cualquier ofensa, demostró que el mal es vencido por el bien infinito, que se manifiesta en el perdón y nos dejó la oración, como nuestra arma principal para superar el mal y esta oración silenciosa y afirmativa nos enseña a perdonar y a amar a quienes nos ofenden.
En el capítulo “Amad a vuestros enemigos” del libro Escritos Misceláneos, su autora Mary Baker Eddy, quien se enfrentó frecuentemente a críticas injustas, expresa: «Ama a tus enemigos» es idéntico a «No tienes enemigos».“¿En qué se relaciona esta conclusión con aquellos que te han odiado sin causa? Simplemente en que esos infortunados individuos son virtualmente tus mejores amigos. En primer y último caso, te están haciendo bien en medida muy superior al concepto que ahora puedas tener del bien”.
Perdonar no proviene de un sentir humano sino que proviene de Dios y de comprender que nuestra auténtica naturaleza refleja pureza e inocencia. Ese perdón que no admite ni conoce agravios, porque el amor no los conoce, es el primer paso para la curación en nuestra consciencia y en nuestro corazón.
Pude comprobar esto en una experiencia personal con una compañera de trabajo. Éramos muy unidas en cumplir con nuestras obligaciones y también en disfrutar los momentos laborales con mucha alegría. Hasta que se incorporó nuevo personal y las cosas parecieron cambiar. De repente, noté cierto distanciamiento y agresividad hacia mí. Me sentía dolida y ofendida con sus actitudes y la relación cada día se tornaba más difícil. Me provocaba malestar e inquietud y comprobé que ese estado de resentimiento me estaba afectando mentalmente.
Hasta que un día comprendí que la clave estaba en espiritualizar mi estado mental, es decir, abandonar los malos conceptos y observarla de una manera diferente, más elevada y reconociéndola a ella y a mí misma como ideas espirituales del Amor.
Este cambio en mi manera de pensar me permitió aquietar aquellos pensamientos negativos que pretendían invadir mi consciencia, la situación mejoró notablemente y volvimos a hacer las mismas de siempre.
“El Amor nunca deja de ser”. (1 Cor 13). Esta cita bíblica amplía nuestra comprensión del verdadero amor, ese amor espiritual que nos libera del egoísmo y del rencor y nos absorbe por completo. Este Amor es identificado como una cualidad de la naturaleza de Dios, ese Amor perfecto e infalible.
No es posible dirigir lo que acontecerá en nuestra vida en el futuro pero se puede avanzar valorando el día a día que se nos presenta, el aquí y ahora, ocupándonos en vez de preocupándonos y aceptando cada día como el desarrollo de nuevas oportunidades y posibilidades.
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