Más allá de las apariencias, enfoca tu salud sobre una base espiritual

 

Los tarahumaras, una tribu de la Sierra madre mexicana, son los corredores más resistentes del mundo. Pueden correr hasta tres días seguidos con un poco de alimento. El periodista Christopher McDougall publicó el libro Nacidos para correr, un texto que describe la experiencia de estos corredores y su gran habilidad para esa práctica física. “Para estos aborígenes, la humanidad se divide en dos: los rarámuris, que son quienes como ellos huyen de los problemas, y los chabochis, aquellos que los causan. Esto explica mucho de su filosofía de vida”, escribe McDougall.

¿Cómo es que los ancianos de esa tribu milenaria pueden moverse así?

Muchos de los cambios corporales que asociamos con la vejez no tienen nada que ver con la vejez propiamente dicha. La disminución de masa muscular y el aumento de grasa no son necesariamente naturales, y no tenemos por qué esperarlos. Están causados por una mentalidad, por pensamientos que conducen a la creencia que nos debilitamos a medida que envejecemos.

Estos aborígenes se caracterizan por huir de los problemas o minimizarlos. Si bien para ellos es algo natural, mostrando poco esfuerzo y agotamiento, se pudo comprobar que el estado físico de los corredores tarahumara de sesenta años era mejor que el de los de veinte. En su filosofía de vida no tienen necesidad de recurrir a la tecnología y se eximen de toda regla de posibles lesiones por correr.

Esto me lleva a pensar que por su elección de vida llevan adelante esta práctica de correr sin estar pendientes de su apariencia física, de la edad, de su calzado o vestimenta y de la alimentación.

Hace unos días vi en las redes sociales un video sobre cómo las apariencias pueden engañar.

Me pregunté cuántas veces prejuzgamos por el aspecto externo, por la apariencia y no ahondamos en la profundidad. Lo primero que observamos es el mundo exterior, lo que sucede a nuestro alrededor con la impresión que dan los sentidos y en segundo plano sigue el mundo interior, lo que sentimos y pensamos.

¿Y qué ocurre si relacionamos esto con la salud, con los síntomas de un desarreglo físico?

No se trata de restar importancia, sino más bien de no tener una actitud alarmante y adoptar una perspectiva basada en lo espiritual.

Si te imaginas que tienes una estatua cubierta de barro, para poder ver la escultura en su totalidad deberás limpiarla y podrás ver su auténtica imagen. De igual modo, nuestra verdadera naturaleza no está formada por algo que pretenda debilitar o envejecer, pues siempre está sana e intacta. Esa es la verdad que nos pertenece a todos, una realidad libre de sentidos físicos y de aquello que las apariencias pretendan mostrar o engañar. Razonando desde un punto de vista más espiritual, puedes afirmar el hecho espiritual de que tu ser es la expresión del Amor y podrás vislumbrar tu salud, la armonía, como un derecho natural.

Eddy, teóloga estadounidense, pudo comprender el estado espiritual de las personas por su iluminación de la metafísica divina basada en la premisa de Dios perfecto– hombre perfecto como base del tratamiento metafísico para la salud. En uno de sus libros Escritos Misceláneos, expresó lo siguiente: “Si la Mente, Dios, es todo poder y toda presencia, no existe otro poder ni presencia que pueda oponerse al hombre, y que – al entorpecer su inteligencia- lo atormente, encadene, y engañe. La perfección del hombre está intacta: ¿de dónde procede entonces algo aparte de Él que no es la imagen sino la falsificación del creador del hombre?”

¿Cuál es la imagen que deseas ver manifestada en tu consciencia? ¿La real o la falsificada?

Si optas por la real y verdadera, podrás enfocar tu salud sobre una base espiritual, como un estado de la Mente divina y que está mucho más allá de las apariencias.