16 May Del Fitz Roy al Glaciar Perito Moreno
Catalogados como los puntos más impresionantes de la Patagonia, el Monte Fitz Roy y el Perito Moreno se caracterizan por generar distintos sentimientos en las personas que los visitan. Ambos representan una parada obligatoria si se viaja al sur de Argentina.
Por una carretera que parecía nunca terminar, se imponía a lo lejos el gran monte Fitz Roy –3.405 metros–, deslumbrante en un día donde pocas nubes decidieron desfilar por el cielo. Y gracias a la luz perfecta del sol, su altura se distinguía mayor.
A medida que nos acercábamos, crecía la ansiedad, no hubo forma de resistirse a bajar en el primer mirador que yacía a un costado de la ruta. Aunque la montaña se encontraba muy distante (al igual que la entrada al pueblo) se la podía apreciar de extremo a extremo. Era la mejor bienvenida al Parque Nacional Los Glaciares.
Un macizo mítico que solo lo habíamos visto en fotografías, sinceramente desconocíamos de su existencia hasta que fuimos viajando más al sur. Creíamos que para llegar a verlo tan deslumbrante, se necesitaría escalar profesionalmente hasta alguna cima donde el viento jugara a tumbarte, pero no fue así. No hacía falta escalar, pero sí caminar hasta agotarse.
El Chaltén era un pueblo pequeño, con restaurantes y hospedajes de todo precio, incluyendo campings. Su principal atracción se concentraba en realizar trekkings hacia la montaña. Habían de distintas dificultades y tiempos. Nuestro objetivo apuntaba a ver el Fitz Roy desde lo más cerca posible, y para ello debíamos subir hasta la Laguna de los Tres.
Cuatro horas de ida y tres y media de vuelta. Sinceramente no sentimos muy complicada la subida, llevábamos agua y comida, otros incluían cervezas y cigarrillos en sus bolsos. Cuando nos faltaba un kilómetro, nos encontramos frente a frente con una inclinada cuesta de piedra.
El sendero estaba marcado, pero no siempre saltaban a la vista los diminutos palos amarillos, los mismos que servían de guía, por lo que algunos decidían ahorrarse varios segundos tomando atajos (las reglas del parque lo prohibían). Quizás no podían contener la prisa, como la chica que iba delante mío, su desesperación hizo que un pie se le deslizara y cayeran algunas piedras sobre el resto de los turistas. Por suerte fueron pequeñas y nada grave sucedió.
En ocasiones había que ayudarse con las manos para facilitar el ascenso. Recién aquí comprendí la importancia de los bastones de montaña que tanta falta nos hacían, aunque mucha gente los sustituía con palos de madera que encontraba en el suelo… La naturaleza siempre provee.
Cuando nos topábamos con personas que venían de regreso, nos regalaban palabras de aliento, sin fuerzas les respondíamos: gracias. Muchos nos recordaban lo cerca que estábamos, aunque jamás mencionaron la pequeña pendiente de tierra restante. Con las últimas cargas de energía pude llegar hasta el final del sendero. La recompensa era evidente, el imponente Fitz Roy se mostraba sin nubes y sin nada alrededor que lo obstaculizara.
Las piernas me recordaban que había llegado bastante lejos, pero los ojos me mostraban que estaba equivocado, aún faltaba descender por una ladera de rocas. Veía a muchos atravesar el camino, era la única forma de acercarse a la orilla de la laguna. Bajé y sobre una piedra hallé la silla perfecta para descansar, comer un sándwich y esperar a que apareciera Andrea, Sergio y Chani (seguíamos viajando juntos).
Más adelante había un letrero indicando que hasta allí (justo donde estaba colocado) era el límite al cual se podía acceder, después la ruta se tornaba complicada, únicamente para escaladores expertos. Vi a tres personas –cargando todos los implementos necesarios– dirigirse hacia ese camino, luego los perdí de vista. A un costado del letrero había un acantilado que mostraba una laguna más grande en la parte de abajo. Razón suficiente para que los pies temblaran al pararse cerca del borde.
Tuve que hacerlo para alcanzar a ver una parte de la cascada ubicada al margen derecho, el sonido del paso del agua retumbaba; si decidía mover el pie hacia delante un poco más, el vértigo de seguro me vencía, tal grado de curiosidad no valía la pena. Decidí dar media vuelta y caminar hasta la cima –otra más– de una pequeña montaña frente a la laguna.
Requería de pocos minutos y un bajo esfuerzo estar en el sector más alto. Perfecto para echarse junto a una roca y recuperar energías.
No había más que soltar los brazos y estirar las piernas mientras el envidiable Fitz Roy se apropiaba de nuestra vista. Uno podía estar el tiempo que quisiera, nosotros permanecimos dos horas allá arriba. Era el menor tiempo (en nuestra opinión) que se podía tomar para que un camino tan largo y pesado haya valido la pena.
El regreso también tuvo su aguante, aunque en menor duración. Debíamos hacer mucho esfuerzo con las piernas para no resbalar. Las rodillas empezaban a protestar y el cansancio no se quedaba atrás. El clima jugaba al frío y calor, habían ratos que cargábamos los abrigos a la mano. Aunque el recuerdo y la experiencia de haber estado tan cerca del Fitz Roy, contrarrestaba cualquier situación.
¿Cuándo ir?
⊕ Dicen que la mejor época es en verano (diciembre a febrero). Nosotros fuimos a comienzos de marzo y nos pareció muy apropiada esa fecha.
Tomar en cuenta
⊕ Llevar abrigo para el frío y la lluvia, en la Patagonia se puede tener las cuatro estaciones en un mismo día.
⊕ Llevar una mochila pequeña con bastante agua y comida (preferiblemente barras energéticas y sándwiches).
⊕ Si se acaba el agua, puedes llenar la botella en cualquier arroyo que encuentres durante el trekking, es agua 100 % pura y rica.
⊕ Llevar buen calzado, los zapatos son esenciales para el sendero.
⊕ Si no cuentas con palos de montaña, puedes alquilarlos en casi cualquier hospedaje –son costosos– o agarrar algún palo de madera que encuentres tirado mientras realizas el trekking.
⊕ Desde el pueblo se puede caminar hasta la entrada del sendero, aunque nosotros fuimos en auto hasta un hospedaje alejado donde también es punto de partida para el trekking, incluso resulta más corto y menos pesado (como perdí la libreta, no recuerdo el nombre, pero preguntando lo conseguirás). Cuenta con parqueadero gratuito.
PERITO MORENO
Luego de casi un día perdido esperando al camión con el combustible –nunca llegó–, partimos hacia El Calafate. Gracias a un señor pudimos salir en la noche de El Chaltén, él nos vendió gasolina de su recipiente de reserva. Tuvimos suerte, si no se nos hubiera acercado a ofrecer ayuda, seguiríamos aguardando en la estación de servicio.
Dos horas tardamos en llegar a la cuidad, la búsqueda de alojamiento también tuvo su tiempo. Alejado de la avenida principal encontramos un lujoso hotel tres estrellas, económico como cualquiera de ruta y cómodo como uno catalogado en cinco. Por haber tenido un día tan desesperante, decidimos tomarlo, al día siguiente (después del desayuno buffete) nos cambiamos a un hostel.
La entrada al Parque Nacional Los Glaciares tiene un valor poco económico (no lo recuerdo con exactitud, pero la tarifa varía dependiendo de la nacionalidad), vimos varias personas haciendo dedo para acercarse a la garita, tanto de ida como de venida, ya que se encontraba alejada del centro de la ciudad, aunque era posible llegar en bicicleta.
Ingresamos, detrás de una curva se escondía la enorme masa de hielo que descansa en El Calafate, forma la lista de los glaciares más impresionantes del mundo. No importa cuántas fotos hayas visto de él, nada se compara con estar de pie frente al Perito Moreno.
Habían excursiones para caminar encima del glaciar (se debe reservar con dos días de anticipación), tours que te llevaban a navegar alrededor de sus enormes paredes, pero también encontramos tres senderos de diferentes niveles de dificultad conectados entre sí, mediante los cuales podías caminar sobre una pasarela de metal ubicada al borde del cerro, desde donde era posible observar todos los lados del glaciar, algunos tan cerca que la ilusión de tocarlo se volvía enorme.
Un acceso estaba restringido, el más cercano al lago debido a que en cualquier instante podía ocurrir un desprendimiento, alterando las aguas. Se trataba de un fenómeno natural que pocos tienen la suerte de presenciarlo en vivo. No fue nuestro caso, varios días después de nuestra visita nos enteramos por las redes sociales que, después de cuatro años, hubo una ruptura a plena luz del día, con cientos de turistas en frente.
Era difícil asimilar que nos habíamos perdido un espectáculo de semejante magnitud, pero no estaba en nuestras manos. Así lo quiso el destino, quizás sea la excusa perfecta para volver en otra ocasión. De todas maneras la experiencia de tener a uno de los glaciares más grandes del mundo, fue gratificante. Una masa de hielo con miles de años encima, el único testigo de la historia y evolución de la tierra.
¿Cuándo ir?
⊕ Al igual que en El Chaltén muchos recomiendan visitarlo en verano. Fuimos a principio de marzo y el clima nos favoreció.
Tomar en cuenta
⊕ El clima puede ser muy cambiante, pero siempre es recomendable llevar un abrigo. Sin embargo en la mayor parte del recorrido estuvimos en camiseta.
⊕ El calzado es importante. Si bien no hay sendas montañosas, la caminata sobre la pasarela es larga y cuenta con varias escaleras.
⊕ Hay un restaurante con todo lo necesario (incluyendo baños gratis), pero por los precios, lo mejor es llevar cada quien su propia comida y agua.
⊕ Los paseos en bote alrededor del Perito Moreno se los puede contratar ahí mismo.
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