Sepa quién es usted

¿Determina nuestro código genético quiénes somos? Las investigaciones científicas inicialmente sugerían que somos nuestros genes, que los hemos heredado. Por lo tanto, podemos hacer caso omiso de determinadas características personales, como es la tendencia a la obesidad, porque son parte de la naturaleza que heredamos.

Pero con la llegada de la ciencia de la epigenética, nuevos estudios ahora sugieren que existen formas de alterar la manera en que se comportan los genes y cambiar así nuestro destino predeterminado.

Según las últimas teorías de esta ciencia, podemos modificar nuestras normas de salud genéticas al elegir nuestros estilos de vida, tales como regímenes alimenticios y ejercicio. Esto puede sonar prometedor y atractivo, particularmente para muchos de nosotros, que vivimos en condiciones que nos permiten alimentarnos bien y mantenernos activos. Sin embargo, gran parte de la población del mundo no sigue necesariamente una dieta recomendada, y en muchos casos no tiene acceso a lo que se consideran oportunidades de llevar un estilo de vida saludable. Esto parece crear una evidente disparidad en la esperanza de afectar el cálculo epigenético.

Sin embargo, hay una forma de ver nuestra herencia que no nos deja indefensos con lo que parece ser un código genético indeseable o dependiente de las circunstancias del estilo de vida para tener buena salud.

Como estudiante de la Biblia, me inspira la perspectiva que presenta el Génesis de que nuestro derecho de primogenitura es que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (1:26-27). Esta herencia divina asegura que nuestra semejanza espiritual expresa inmunidad contra las limitaciones materiales o cualquier potencial limitado.

Durante muchos años he experimentado el bienestar y la libertad de aprender más acerca de mi verdadera herencia. El Apóstol Pablo comprendió nuestro derecho de primogenitura divino, al decir: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos” (Romanos 8:16, 17).

Durante los primeros años de su vida adulta, la teóloga cristiana y autora Mary Baker Eddy exploró numerosos remedios, entre ellos, varias dietas, para mejorar su precaria salud. Pero su descubrimiento de que la verdadera esencia o Ciencia de nuestro ser es espiritual —como declaró Pablo— le permitió vivir una larga vida, llena de buena salud y propósito. Eddy basó su estudio exclusivamente en las enseñanzas de la Biblia. Y pudo sanar continuamente a la gente de todo tipo de enfermedades, sin conocer su código genético ni regular su alimentación o actividad física.

Como resultado de las enseñanzas de Eddy, muchas personas se han sanado de condiciones genéticas heredadas, que según les habían dicho definirían el resto de sus vidas. En un relato publicado, un hombre llamado Deran cuenta que él pensaba que la genética controlaba su futuro y que estaba condenado a ser “un adicto a la comida”. En distintos momentos, buscó la ayuda de un psicólogo y también participó en un programa de 12 pasos para superar el hábito de comer en exceso, sin éxito alguno.

Pero lo más importante fue que a él no lo convencía la idea de que tenía que aceptar esta herencia molecular, y que a cada paso de recuperación que daba lo acechaba la posibilidad de volver a comportamientos controlados por los genes.

En su renovado y sincero estudio de las palabras y las obras de Eddy, vislumbró una solución espiritual: Dios, la Mente divina, gobernaba su vida, no los genes ni otras limitaciones y factores biomédicos. No solo se sanó de su obsesión por la comida y rápidamente mantuvo un peso adecuado, sino que su carácter fue transformado por los valores cristianos que estaba aprendiendo.

Las teorías acerca de nuestra salud y bienestar tienden a fluctuar con el tiempo, de acuerdo con los resultados de las más recientes investigaciones y conjeturas. La experiencia de Deran es un ejemplo de cómo el concepto del hombre como hijo de un Dios que es amor, trae libertad permanente respecto a cualquier teoría que pretenda limitar nuestra salud y felicidad. Esta sí es una Ciencia que vale la pena explorar.

 

 

Artículo publicado originalmente en Metroland Media – Mississauga News, @MissiNewsRoom