Deslúmbrate con Bolivia; el Salar es solo una parte

Pensar que el Salar de Uyuni es lo más atractivo que ofrece Bolivia, sin saber que es solo uno de los impresionantes lugares que existen en este lado del altiplano boliviano. Bolivia se caracteriza por mantener un clima frío en la mayor parte de su territorio, la altura sacude a todo aquel que la visita por primera vez, y según nuestra percepción, Uyuni abarca la zona más helada del país.

Al descender del bus el viento congeló nuestros huesos. Cargábamos las mochilas, teníamos los abrigos encima y los guantes puestos, nada de eso sirvió para que nuestros cuerpos dejaran de temblar mientras caminábamos por calles oscuras.

Llegamos alrededor de las cinco y treinta de la madrugada. Los perritos callejeros nos recibieron muy alegres, nos seguían por donde fuéramos; los dueños de agencias turísticas también se nos lanzaron encima, cada uno con la promesa de brindar el mejor tour al salar, pero ya nos habían recomendado una agencia y nos encaminamos hacia ella, aunque al llegar al lugar nos encontramos con sus puertas cerradas.

 

 

Mientras esperábamos en el parque se nos acercaron dos señoras, dueñas de sus agencias de turismo, a ofrecer sus mejores servicios. Le comentamos que ya contábamos con una, y al mencionarles el nombre de la empresa, nos afirmaron que muchos turistas tuvieron malas experiencias con ellos. “La dueña es mi amiga, pero ella no trabaja bien. No tiene carros propios y sus guías son poco responsables”, dijo una de las mujeres, propietaria también de una cafetería.

Dos chicos más se acercaron y fueron convencidos para consumir en la cafetería de la señora, cuando decidimos tomar el tour con ellas (pensábamos que trabajaban en conjunto), se pelearon por llevarnos a sus respectivas oficinas independientes, cada una ansiaba ser nuestra agencia selecta. Una de las señoras nos dijo al oído que en el mercado podíamos desayunar lo mismo que ofrecía su amiga por menos bolívares; nos fuimos con ella.

Uyuni es un pueblo muy turístico, por consiguiente la comida y el hospedaje encierran precios elevados, a excepción del mercado donde aprovechamos para provisionarnos de agua y chocolate. El Internet también posee un costo alto, sin embargo, la dueña del tour nos lo dejó gratis por ser clientes, aunque al igual que el resto de locales comerciales, apagaba el router cada 30 minutos.

A las diez de la mañana partimos en el Toyota Land Cruiser junto a tres chicas uruguayas y un señor australiano (lamentablemente no anotamos sus datos para contactarnos después) que hablaba poco español y entre todos le traducíamos las palabras pronunciadas por el guía con respecto a las descripciones de cada lugar, empezando por los trenes olvidados.

 

Cementerio de Trenes

Unos comerciantes estadounidenses encontraron un mineral valioso cerca de este sector, por lo cual construyeron los rieles del tren que culminaba su recorrido en el vecino país de Chile. Nos comentaron que, cada dos o tres veces al mes, continúan transportando mercadería de una frontera a la otra.

 

 

 

La cantidad de vagones abandonados era impresionante, llevaban más de 80 años oxidándose bajo los rayos del sol. Los turistas subían a sus techos, caminaban por encima, jugaban a ser brequeros o conductores y esperaban turno para sacarse las mejores fotos.

A un costado del cementerio se hallaban esparcidos varios residuos de los trenes, poco visitados por las personas, por lo que nos encontrábamos solos en ese instante y el silencio crecía, interrumpido únicamente por el pasar del viento que producía ruidos extraños, como si se tratara de fantasmas aguardando la hora de reparar los descuidados vagones.

 

Salar de Uyuni

Un desierto blanco con cientos de kilómetros colmado de pequeños pentágonos de sal adheridos al piso. El sol pegaba fuerte y no cargábamos gafas, de todas formas disfrutamos de su inmensidad y sacamos las fotos peculiares que ameritaba el lugar. A lo lejos no se divisaba nada más que montañas y un cielo infinito, sin embargo, repentinamente apareció un bus transitando por aquella zona remota.

A poca distancia del salar se encuentra la isla Incahuasi (significa Casa del Inca), formada con piedra volcánica y habitada por cientos de cactus, algunos de avanzada edad. Cuando el salar se encontraba lleno de agua, los Incas arribaban aquí con la intención de pernoctar, y así continuar con su recorrido hasta los territorios que hoy ocupa Chile.

 

 

 

 

El ingreso tiene un costo de 30 bolivianos (USD $4.40), pero se puede caminar y darle la vuelta sin ningún precio. Incluso logramos subir –sin ser vistos– por un costado de la isla y ver de cerca los cactus enormes, manteniendo siempre cuidado con las pisadas en los bordes, ya que el suelo es ligero y quebradizo, no querrás sumergir los pies en aguas heladas del altiplano boliviano.

Aseguran que ningún tipo de animal puede sobrevivir en esta zona del salar, pero Andrea vio una mariposa naranja volando cerca de su cámara, posiblemente haya llegado hasta aquí dentro de un vehículo turístico. Volvimos al Land Cruiser para seguir por un camino inhóspito sin carretera, el guía sabía muy bien por dónde seguir, pero para alguien inexperto es fácil perderse.

Llegamos a un hotel donde el piso, las paredes, las mesas, las camas (excepto los colchones) eran hechos a base de sal. El clima se mantenía cálido dentro del establecimiento, éramos los únicos huéspedes y por consiguiente nos atendieron como reyes, comiendo deliciosamente hasta más no poder.

 

Ejército de Rocas

A la mañana siguiente, luego de abrigarnos completamente de los pies a la cabeza para impedir en vano el ingreso del frío en nuestros cuerpos, nos direccionamos hacia un lugar rodeado por una gran montaña que siglos atrás fue un volcán, en el momento que hizo erupción, y cayó la lluvia, se formaron todas estas rocas colocadas en cantidades descomunales.

 

 

Mirador Ollagüe

Desde este punto se obtiene una vista sorprendente hacia el volcán Ollagüe, activo y dividido entre Bolivia y Chile. La mayor parte del tiempo se puede observar las fumarolas brotando de su cráter. Afirman que del lado chileno han extraído todos los minerales posibles, mientras que del lado boliviano todavía permanecen intactas, ojalá este espacio natural continúe conservándose así.

Las rocas del mirador contienen innumerables agujeros debido a que en alguna época todo el sector estuvo cubierto de mar. Un dato curioso (y de cierta manera inmundo) que no pasa inadvertido son los servicios higiénicos creados entre las grandes paredes de piedra, donde las personas se ocultan a la hora de realizar sus necesidades básicas a 4.000 msnm. Baños no declarados, pero denominados “abiertos” que atestan la superficie con papeles higiénicos disecados por el tiempo y el sol.

 

 

Lagunas

La primera en presentarse ante nuestros ojos fue la laguna Cañapa, en su entorno subsisten tres tipos de flamencos y sobre sus aguas se esparce –al fondo– una capa blanca similar a la nieve denominada bórax, producida por el lago mismo. Al caminar cerca de la orilla (si la intención es fotografiar a los animales) se debe tener cierta precaución, ya que el suelo también es quebradizo.

 

 

La segunda en conocer llevaba el nombre de Hedionda, la verdad no percibimos el desagradable olor que deambula sobre su superficie, como mencionó el guía, incluso fue el lugar escogido para descansar y preparar el almuerzo (todo esto viene incluido en el tour).

Y como todo sitio turístico, los precios se elevan hasta el cielo, sea para ocupar el baño o prestar el servicio de internet (25 bolivianos el minuto, USD $3,60), aunque si se pasea por los altiplanos bolivianos, apreciando tanta belleza, no hace falta perder tiempo en una computadora.

 

 

La última de aquel día se llamaba laguna Honda, cuya forma se asimilaba a un corazón, solo había tiempo para bajarse del vehículo y sacar algunas fotografías, debíamos volver inmediatamente, no éramos los únicos en una Land Cruiser andando por estos páramos de Bolivia. Desde una altura precisa se visualizaba perfectamente su contorno.

 

 

Desierto de Siloli

El lugar más alto al que llegamos, sobrepasamos los 5.445 msnm. El viento no tenía compasión y nos azotó con fuerza al colocar un pie fuera del vehículo. Logramos permanecer 10 minutos allí (quizás menos), lo suficiente para apreciar a lo lejos la montaña de siete colores sin ser congelados.

 

El recorrido continuaba hasta el sitio donde se hallaba el árbol de piedra, creado por los fuertes vientos de la zona con el pasar de los años. Junto a él se encontraba un conjunto de rocas volcánicas de figuras llamativas, aseguran que anteriormente estuvieron cubiertas por un amplio océano, ahora la gente pude escalarlas hasta su cima.

 

 

 

Laguna Colorada

Conocida también como laguna rosada, corresponde a los puntos más hermosos de todo el recorrido y obsequia uno de los mejores paisajes que existen en Bolivia (podría decir Sudamérica). No todos los días se contempla una laguna de tal magnitud, con una atractiva tonalidad en sus aguas.

Estar parado frente a semejante espectáculo de la naturaleza te hace valorar las maravillas de las que goza nuestro planeta, y a la vez, genera consciencia sobre la importancia de conservarlas intactas.

 

 

Al igual que en Cañapa, existen muchos flamencos andinos sobrevolando su entorno. La coloración rojiza se debe a los sedimentos rojos pigmentados de varios tipos de algas, sus aguas también son ricas en minerales.

La siguiente parada era el hotel donde pasaríamos la noche junto a otros cuatro grupos de turistas. El establecimiento era pequeño (ya no era de sal), la habitación solo tenía espacio para las camas, no se podía ni caminar, y aún así entramos seis personas allí.

Solo había un baño para todos los huéspedes con dos escusados, la ducha nadie la utilizó por el frío eminente (tenía un costo de 15 bolivianos, USD $2,18). Gracias a los slpeeping bags pudimos dormir sin problema.

 

Sol de Mañana

Despertamos con menos 10 grados a las 4:45 AM, desayunamos y a las cinco y media partimos hacia Sol de Mañana, el sitio donde se encontraban los famosos géiseres. El lugar estaba a 5,400 msnm y en su interior descansaba un volcán activo, causante de expulsar enormes fumarolas con olores nauseabundos. Los letreros de precaución advertían sobre el notable peligro, pero sacarse una selfie era infaltable.

 

 

Si resbalas por uno de los cráteres mueres al instante, no te da tiempo ni de gritar, puede haber mucho frío en el ambiente, pero dentro del cráter la temperatura sobrepasa los 600 grados. A un costado los pobladores hicieron una pequeña abertura, donde al colocar la mano por encima sentías un fuerte calor de 90 grados, ideal para combatir la baja temperatura del entorno.

La intención del diminuto cráter artificial es evitar una explosión inesperada mediante el escape del humo. El guía aseguraba que en cualquier momento el volcán podría hacer erupción. “Y ¿cómo saben cuando es seguro venir en el tour acá?”, preguntó una de las chicas uruguaya, “no lo sabemos, solo venimos”, contestó sonriendo el guía.

 

 

Desierto de Salvador Dalí

Quizás el espacio turístico más llamativo, caminar aquí es como adentrarse en una obra surrealista, todo el lugar compone una extraña pintura acompañada con piedras marinas. Una inspiración total. Lo mejor es disfrutarlo con escasa concurrencia, así nadie interrumpirá ese trance emotivo y artístico que despierta el paisaje.

 

 

Laguna Verde

Corresponde a las últimas visitas del tour y se halla muy cerca de la frontera. Aquellos aventureros que desean cruzar a Chile, descienden aquí, nosotros estuvimos a punto de hacerlo, pero a última instancia decidimos permanecer más días en Bolivia.

Estuvimos poco tiempo contemplándola, ya que nos prometieron bañarnos una hora en las aguas termales que se ubicaban pocos kilómetros atrás, el guía aseguraba que a esa hora habrían menos turistas, pero al llegar comprobamos que no fue el único con ese pensamiento.

 

 

 

La piscina no era grande y mucho menos natural (como habíamos creído), la gente parecía regocijarse con el baño caliente, pero el frío nos hacía dudar. Nadie de nuestro grupo ingresó. Aprovechamos el tiempo para recargar energías.

Para culminar con el recorrido hicimos una breve parada en el Valle de las Rocas (antiguas piedras marinas), no sin antes almorzar en un pequeño pueblo llamado Villamar, donde sentimos la necesidad –ahora sí– de sumergirnos en cualquier agua, ya que el trayecto estuvo repleto de polvo y tierra adentro del vehículo. Un estrecho riachuelo fue nuestra salvación, aunque solo nos enjuagamos el rostro.

 

 

Fueron tres días sin parar, con abundante sueño y pocas horas para descansar, subiendo y bajando constantemente del Land Cruiser, pero fuimos testigos de un escenario único formado por paisajes imprescindibles que desconocíamos. Tres días en los cuales volvimos a reencontrarnos con lo más esencial de la vida: la magia de la naturaleza.

 

 

 

Para ver más fotos de las maravillas de Uyuni, visita Viaja la Vida

 

Denisse Espinoza